El club de la destrucción

La República
La mitadmasuno
16 de febrero 2018
Juan De la Puente
Desde hace semanas,
ningún actor institucional o individual acumula políticamente en este período
de búsqueda de alternativas, una señal de alerta respecto a las fallas en las
estrategias de partidos y movimientos de cara a los otros actores, y
esencialmente frente la sociedad. Los grandes anuncios y esfuerzos con escasos
resultados son el reflejo de una interpretación equivocada o por lo menos
incompleta de la actual etapa del país.
Por lo pronto, la
derecha e izquierda no son premiadas por la opinión pública, probablemente
porque han reducido sus estrategias en la disputa por la presidencia de la
República, perdiendo de vista aspectos cruciales de la agenda más allá del
cambio en ese cargo público. El juego vacancia, renuncia y permanencia no
suministra certezas desde ningún sector a la sociedad, y en cambio fortalece la
incertidumbre. Las opciones centristas también han caído, una anormalidad
contra el manual, que reza que la tensión entre los extremos permite la oportunidad
a una tercera alternativa.
Las múltiples
debilidades en esta crisis están pasando factura, y se ven reflejadas en las
últimas encuestas, especialmente en la más reciente de Ipsos Perú. El rasgo
central en lo que concierne a los líderes e instituciones son las altas cuotas
de desaprobación. Por esa razón, la idea de una dinámica política perfecta
gobierno vs oposición, donde lo que pierde uno lo gana el otro, se ha convertido
en extremadamente relativa.
Quizás sea el momento
de preguntarse si el actual esquema de confrontación reportará beneficios a los
actores. Incertidumbre más debilidad no son necesariamente inherentes a toda
crisis. En nuestro caso, están atadas a un juego estrictamente parlamentario y elitista
que impide la participación, el dialogo social, la consulta y el debate
ciudadano. La imagen de un ring donde se golpean varios jugadores por mucho
tiempo ante un público que solo silba o aplaude, se desgasta irremediablemente.
Una explicación de esta
afanosa infertilidad de los liderazgos es que hay más crisis “arriba” que
“abajo”, y la enorme imposibilidad de las élites de contagiar al país su
ansiedad por superar este momento o por lo menos impactar con nuevas grandes
ideas respecto al futuro cercano. La enorme brecha aprobación/desaprobación de
lideres e instituciones impide a la opinión pública diferenciar las estrategias
inmovilistas de las de cambio, y es probable que para los ciudadanos la elite
peruana sea un club de la destrucción, internamente indiferenciada.
Así, la situación
actual tiende a empantanarse en tanto que todos los progresos siempre serán
pequeños. Por ejemplo, el sentido común en favor de la salida de PPK de la
presidencia es mayoritario, pero no abrumador. Frente al 54% de quienes creen
que debe apartarse del poder se tiene más de un 40% que cree que debe
mantenerse. Si 4 cada 10 peruanos afirman que el presidente debe quedare en el
poder, es evidente un cuadro extraño que puede resumirse así: es un problema
que PPK se quede, pero también es un problema que se vaya. El primer
beneficiado de esta inercia es el mismo PPK.
Hasta nuevo aviso
–una nueva denuncia, los 87 votos de una vacancia no express y una demanda
activa de la calle – el Congreso se debilitará como el vértice de los esfuerzos
que resuelvan este empate de fuerzas agotadas con estrategias incompletas. En
tanto, no emerge ningún espacio que vía el Gobierno o la oposición activen una
respuesta política y social tanto a la crisis como a la agenda pública
abandonada. Las elecciones municipales y regionales que podrían ser el elemento
dinamizador se anuncian en un formato de harta publicidad y escasa
movilización.

A pesar se ello, las
tendencias en pugna entre la salida de PPK del poder y la inercia que lo
mantiene en la presidencia, puede ser dinamizada desde los movimientos
sociales, a través de un gran diálogo social, nacional y regional, sobre los
elementos de este período. Sin la presencia efectiva de los ciudadanos, esta
etapa de gran inestabilidad se perderá como una gran oportunidad de construir
una agenda para el futuro.