La derecha peruana se reordena aceleradamente de cara a la designación formal de las candidaturas presidenciales y legislativas que tienen como plazos decisivos el 9 y 22 de diciembre. Los últimos movimientos indican la caída de algunas alternativas con la consiguiente consolidación de otras.
La turbulenta alianza entre APP y el PPC indica que no será posible una candidatura del sector institucional de la derecha que el PPC intentaba impulsar con una agenda centrada tanto en la política como en la economía. La formación de esa alianza significa restarle una postulación al espacio de la derecha y, al mismo tiempo, una afirmación conservadora de APP y un anuncio tácito de su intención de buscar más votos en ese sector. Los audios difundidos de la reunión del PPC solo muestran la parte obscena del negocio político, pero este partido le podrá franquear a Acuña votos en los sectores A, B y C de Lima, para lo cual se necesitará un pasito más: un candidato (a) derechista confiable que lo acompañe en la lista presidencial.
La renuncia de Raúl Diez Canseco es la mayor pérdida de la derecha neoliberal –llamada sentimentalmente derecha liberal– con efecto doble: la reducción de postulantes en ese espacio político y la posibilidad de que el candidato de ese partido se ubique en el centro. En añadido, si el candidato de AP es de raigambre provinciana le podrá disputar a Acuña con mejores posibilidades los votos fuera de Lima. Si esas previsiones se cumplen, APP habrá dado un paso capitalino y AP un paso provinciano.
Cerrado el padrón de afiliados de los partidos y agotado el plazo para la solicitud de inscripción de alianzas, algunas candidaturas aparecen desnudas por no haber logrado alianzas o motivar adhesiones sustantivas. Es el caso de Hernado de Soto y Fernando Cillóniz, que creían que bastaba tener la marca partidaria; en estos casos, como el de Daniel Urresti, la apuesta electoral será una batalla solitaria sin colectivos y adherentes de la élite nacional y regional y con indiferencia de los medios. Es probable que se produzcan más abandonos.
La derecha religiosa –Frepap y la rebautizada Solidaridad Nacional, ahora Renovación Popular– no tiene ni apuros ni problemas; no quieren el poder sino una parte de él, de modo que sus necesidades se simplifican. Con las bases sociales político confesionales les alcanza por ahora. Quien deberá definir su identidad es George Forsyth; si realiza movimientos conservadores se habrá desplazado a la derecha, de donde es difícil volver en poco tiempo, aunque tampoco se le aprecian ganas de ampliar su convocatoria en el centro e incluso hacia abajo. Es cierto que el momento de la identidad no es perentorio todavía y que los medios lo siguen viendo como un alcalde deportista, pero se acercan las definiciones.
La derecha nacional, que inicialmente aparecía hasta con una decena de aspirantes, podría llegar al 11 de abril con 3 o 4 candidaturas de cierto volumen para disputar el tercio del electorado dispuesto a votar por esa opción y producir en ese espacio un primer traslado de votos. Un desafío concurrente es salir al centro para cosechar adhesiones para la primera vuelta. La debilidad de los candidatos que se inscriben en esa ubicación y también en la izquierda podría facilitar este asalto. Urresti y Keiko Fujimori aparecen por ahora con mejores posibilidades de realizar esa cosecha.
La caída de algunas candidaturas y el empequeñecimiento de otras no significará que en ese segmento no se libren batallas en aspectos específicos de la campaña electoral. La derecha no ha sido capaz de producir grandes alianzas porque el desafío lanzado al liderazgo del fujimorismo está lanzado. Las ánforas definirán una nueva correlación en ese sector.